lunes, 29 de enero de 2007

Cochamó: un reto a la naturaleza




Es extraño caminar por Cochamó viendo como las casas se abren entre la vegetación penetrando hasta lugares insólitos como un reto a la naturaleza y a las aguas del Estuario del Reloncaví, que son testigos de cómo esta población de 1.018 habitantes se ha instalando soportando la intensa humedad y el frió de esta zona del sur de Chile.
El pueblo
La nieve parece estar detenida entre las nubes que se desprenden en la mañana. Mientras uno dibuja con su aliento un gesto simbólico de vida entre la tormenta y los rayos que de improviso se aparecen por este espacio.Las camionetas de las pisciculturas avanzan por el camino que va hacia Río Puelo, los buses escolares llevan y traen a los alumnos ubicados en los más alejados rincones hasta la escuela Juan SolerManfredini, donde existe un internado que recibe a niños provenientes de lugares como Yate y Ralún. Inaugurado este establecimiento en 1979 llegó a ser pensado para un cuartel en caso de la guerra con Argentina por los militares chilenos, sin embargo hoy el combate es otro para sus estudiantes, seguir en su tierra para hacerla progresar sin perder su identidad.

Cochamó se puede describir en dos calles de tierra principal. Se está configurando una especie de plaza cerca de la iglesia de la localidad, hay una posta, existe una biblioteca pública bien abastecida de libros y la gran mayoría se dedica a faenas vinculadas al mar.De las típicas construcciones tradicionales de influencia chilota se aprecia la aparición de casas con el elementos y materiales de la modernidad de aquellos profesionales e intelectuales de la elite que han hechos sus casas de veraneo aquí, como la escritora Margarita Serrano.En el muelle están las embarcaciones detenidas esperando a sus tripulantes. La baliza orienta a los navegantes que se atreven a penetrar por el caprichoso estuario. A lo lejos se aprecia una cascada que parece cortar la figura de un cerro lejano.

La noche es iluminada por el alumbrado público que no puede penetrar a esa muralla de vegetación que se alza como una gran barrera de ramas que sólo es atravesada por una leve huella que se pierde en la sombra, invadida a veces por la luz de la luna que siempre arremete para reinar con su misterioso encanto siguiendo a los pocos viajeros que sin temor cruzan las calles con la inocencia de los que no conviven a diario con los peligros de una urbe.

El fin de la distancia
La gente de Cochamó se conoce, pero son hijos del aislamiento, de la distancia. Cuidan su espacio, comparten lo justo y necesario. La casa de madera, el acogedor fuego de la estufa a leña, acompañan al grupo familiar y los amigos que comparten las pequeñas historias del día. La carne reina en la mesa todo el día. La cueca es fronteriza con sus acordes particulares, pero lo que arrasa en las fiestas es la ranchera, que ahora tiene su lugar en una disco cada semana. La penetración de Internet, la televisión satelital y la próxima aparición en junio de una radio FM va poniendo en contacto a todos con el resto del mundo.

Los primeros difíciles días
A comienzos del siglo XX Cochamó se fue constituyendo como pueblo con gente procedente en su gran mayoría de la isla Huar.Los antecedentes disponibles en los archivos de la casa parroquial de Cochamó hablan que los primeros días fueron difíciles, con una gran mortandad de menores que no podían ser atendidos médicamente por la distancia.

Donde la muerte habla de historia
En el cementerio de Cochamó, que tiene una vista increíble de esa sobrecogedora geografía, uno puede conocer los secretos dramas vividos en esta tierra.En un rincón sin cruces, están enterrados los muertos por tuberculosis enfermedad que en los primeros años del pueblo acabó con numerosas vidas.Por otro lado están los niños que murieron sin ser bautizados [los morenitos].

La iglesia
El 23 de abril de 1901 el obispado de Ancud creó la parroquia de Cochamó al ver el crecimiento de la población y las dificultades geográficas para atender a los habitantes del Estuario del Reloncaví . La construcción estuvo a cargo de la Compañía chileno-argentino que lo terminó en 1906. En 1918 fue construido el atrio con el actual campanario, cuya campana fue donada por los bomberos de Santiago.Esta iglesia tiene un aire romántico en su figura que sigue los trazos de la arquitectura tradicional de Chiloé. Adentro como todo templo es un lugar para que la comunidad se sienta parte de una inmensidad, que va más allá de lo que la vista percibe en el techo de alerce y las imágenes religiosas de una fe que resiste la distancia para instalarse entre el hielo, vestigio de pasadas glaciaciones.

La compañía agrícola y frigorífica de Cochamó
Esta sociedad se constituyó en 1903. La concesión de tierras fiscales se otorgó por 20 años a Tomás Austín comprendiendo la hoya hidrográfica de los ríos Cochamó y Manso desde el mar hasta el límite con Argentina.El auge que entregó esta compañía al pueblo fue enorme, llegando a instalarse una fabrica de conservas, un muelle de 95 metros de largo en el puerto, un establecimiento de grasería y una población de ochenta casas que usaron los trabajadores que arribaron al lugar para trabajar en las distintas faenas. Todo esto fue abandonado a partir de 1916 cuando la mala gestión hizo quebrar a la compañía.

Actualmente uno puede percibir vestigios de lo que fue esta compañía en Cochamó. Entre esto se puede ver una llamativa casa, recuerdo de una época más próspera para este pueblo y las bases de cemento de la grasería, que está cercada por un particular, impidiendo la llegada expedita de los visitantes de ese sitio que está llamado a ser monumento nacional.
El futuro
Cochamó está buscando definir su identidad. Con un congreso de historia y los primeros pasos de su comunidad para formar un centro cultural para defender su patrimonio se espera que en el futuro se pueda reforzar el desarrollo turístico con la coordinación de todos los actores vinculados a esta actividad y delimitación de los sitios de valor patrimonial, para que más visitantes se maravillen con esa naturaleza que exhibe toda su fuerza creadora en este espacio donde se cruza la tenacidad del espíritu y de la vida que florece entre el hielo.